Si alguna vez te has enfrentado a la frustración de intentar que tu hijo coma lo que preparaste, no estás solo. Como padre, he pasado por la lucha de ver cómo mi hijo rechazaba un plato que creía que le encantaría, o cómo insistía en comer lo mismo todos los días. A lo largo de este camino, aprendí que la clave para evitar problemas a la hora de comer es fomentar hábitos alimenticios positivos desde una edad temprana.
Crea un entorno positivo para la comida.
Lo primero que entendí fue que la hora de la comida debía ser un momento agradable. Cuando mi hijo era pequeño, me di cuenta de que la presión para que comiera ciertos alimentos o terminara su plato solo causaba más resistencia. En lugar de forzarlo, decidí enfocarme en crear un ambiente positivo en la mesa. Esto significó eliminar las distracciones, como la televisión o los juguetes, y centrarnos en disfrutar la comida juntos como familia.
Una de las mejores decisiones que tomé fue involucrarlo en la preparación de las comidas. Incluso desde pequeño, le gustaba ayudar a lavar las verduras o mezclar ingredientes. Al participar en la cocina, se sentía más emocionado por probar lo que habíamos preparado juntos. Esto no solo fortaleció su relación con la comida, sino que también nos dio la oportunidad de pasar tiempo de calidad juntos.
Fomenta variedad en la dieta.
Un gran desafío es lograr que nuestros hijos prueben nuevos alimentos. Es natural que los niños pequeños desarrollen preferencias por ciertos alimentos, a menudo inclinándose hacia aquellos que son más familiares o dulces. En mi experiencia, la clave para superar esta fase fue la paciencia y la repetición.
Recuerdo que cuando introduje nuevas verduras en la dieta de mi hijo, las rechazaba de inmediato. En lugar de rendirme, seguí ofreciéndolas de diferentes maneras. A veces, las mezclaba en sus comidas favoritas, y otras veces, simplemente las dejaba en su plato sin presionarlo a que las comiera. Con el tiempo, empezó a aceptar esos nuevos alimentos. Aprendí que los niños necesitan exposición repetida a un alimento antes de aceptarlo, y que no debemos desanimarnos si al principio lo rechazan.
Además, es importante no etiquetar los alimentos como “buenos” o “malos”. Todos los alimentos tienen un lugar en una dieta equilibrada, y al no demonizar ciertas comidas, evitamos que los niños las vean como prohibidas o, por el contrario, como las únicas deseables. En mi caso, siempre intenté ofrecer una variedad de alimentos en cada comida, asegurándome de incluir tanto opciones que ya sabía que le gustaban como nuevas alternativas.
Evita usar la comida para recompensar o castigar a tu hijo.
De acuerdo con la Academia Americana de Pediatras, uno de los errores más comunes que comentemos es usar la comida como una herramienta de disciplina. Decir cosas como “si te comes las verduras, te daré postre” puede parecer inofensivo, pero en realidad puede crear una relación poco saludable con la comida. Lo que sucede es que los niños empiezan a ver ciertos alimentos como una obligación desagradable y otros como un premio, lo que puede llevar a problemas a largo plazo.
En lugar de usar la comida como un sistema de recompensas, decidí establecer límites claros sobre cuándo y qué comíamos, sin convertirlo en un juego de negociación. Por ejemplo, en lugar de ofrecer postre como recompensa, lo hice parte de la comida normal, explicando que era algo que disfrutábamos después de un almuerzo o cena equilibrados. Esto ayudó a mi hijo a ver la comida de manera más neutral y menos emocional.
Promueve en tus hijos la planificación y el involucramiento.
Planificar las comidas con anticipación también resultó ser una estrategia muy útil. Al saber qué íbamos a comer en el día, pude asegurarme de que las comidas fueran equilibradas y variadas. Además, al involucrar a mi hijo en la planificación, le di la oportunidad de expresar sus preferencias, lo que redujo su resistencia a probar cosas nuevas.
Una práctica que implementé fue permitirle elegir un día a la semana en el que él decidiera el menú. Esto le dio una sensación de control, y al mismo tiempo, me permitió enseñarle sobre la importancia de una alimentación equilibrada. También descubrí que cuando los niños participan en la toma de decisiones, están más dispuestos a aceptar lo que se les ofrece.
Una alimentación sana y nutritiva para crear buenos hábitos alimenticios.
Evitar problemas a la hora de comer con los niños pequeños no es una tarea fácil, pero es posible con paciencia y consistencia. Al crear un entorno positivo, fomentar la variedad, evitar el uso de la comida como recompensa o castigo, y planificar las comidas en conjunto, podemos ayudar a nuestros hijos a desarrollar una relación saludable con la comida.
Recuerda que cada niño es diferente, y lo que funciona para uno puede no ser la solución perfecta para otro. Sin embargo, con amor y paciencia, podemos guiar a nuestros pequeños hacia hábitos alimenticios positivos que durarán toda la vida.
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Te esperamos en el siguiente artículo de Prematuramente Padre. ¡Hasta pronto!
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