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Hoy en día, los dispositivos electrónicos son parte de nuestra vida diaria, y los utilizamos para casi todas nuestras actividades. Esto ha hecho que el uso de pantallas en bebés y niños sea algo común. En los primeros meses de vida de mi bebé, no veía un problema en que viera televisión o jugara con el celular. Sin embargo, al leer un artículo de la UNAM sobre los efectos negativos de estos dispositivos en los pequeños, comprendí que si existen riesgos y debemos considerarlos. Desde problemas visuales hasta dificultades cognitivas y emocionales, los dispositivos electrónicos no son inofensivos, especialmente en los primeros años de vida.

Niño usando un celular durante la comida, ejemplo de uso de pantallas en bebés y niños.
El uso frecuente de pantallas en pequeños menores de 5 años puede ser causante de que desarrollen miopía, y sufrir fátiga visual.

Los riesgos en el uso de las pantallas en bebés y niños.

Sabemos que los dispositivos electrónicos forman parte de la vida cotidiana, pero cuando se trata de nuestros hijos más pequeños, los riesgos superan cualquier aparente beneficio. Los expertos recomiendan no exponer a los niños menores de cinco años a pantallas, y te explico por qué.

En primer lugar, uno de los efectos más preocupantes es el impacto en la salud visual. Al observar pantallas durante periodos prolongados, los niños pequeños pueden sufrir fatiga visual y, en el peor de los casos, desarrollar miopía. El problema radica en que la luz natural, fundamental para el desarrollo adecuado de la vista, queda en segundo plano. En mi caso, me di cuenta de que, durante la pandemia, la falta de tiempo al aire libre también agravaba este riesgo, ya que nuestros hijos pasaban mucho tiempo en casa, lejos del sol, que es esencial para la salud ocular.

Efectos negativos en el desarrollo cognitivo y emocional.

Otro aspecto importante es cómo afecta esto a su desarrollo cognitivo y emocional. Durante los primeros años de vida, los niños aprenden principalmente a través del juego físico, la interacción con otras personas y el uso de sus sentidos. Si pasan muchas horas frente a una pantalla, pierden la oportunidad de explorar el mundo que los rodea, de interactuar con su entorno y con nosotros como papás. En lugar de observar una caricatura o un video, deberían estar manipulando objetos, probando texturas, colores y movimientos. Todo eso contribuye a su desarrollo motriz y cognitivo, y las pantallas no pueden reemplazarlo.

Además, otro riesgo que considero importante es el impacto en el sueño. Los dispositivos emiten una luz azul que puede alterar el ciclo natural del sueño. Si mi hijo miraba una pantalla antes de dormir, le costaba más trabajo relajarse y conciliar el sueño. Esto no es casualidad. La American Academy of Ophthalmology, señala que la exposición a pantallas antes de dormir puede hacer que nuestros pequeños no descansen adecuadamente, lo que a su vez afecta su comportamiento y aprendizaje al día siguiente.

Problemas a largo plazo.

Si la exposición a dispositivos electrónicos se prolonga, los problemas no se detienen en la infancia. A largo plazo, los niños que pasan más tiempo con pantallas desde temprana edad corren un mayor riesgo de desarrollar problemas de atención, dificultades en el aprendizaje e incluso problemas emocionales, como la ansiedad o la falta de control de impulsos. Y lo peor es que muchos de estos problemas pueden no ser evidentes de inmediato, sino que se manifiestan más tarde, cuando los niños entran a la escuela y empiezan a tener más demandas cognitivas y sociales.

Como papá, sé que a veces es tentador darle a nuestro hijo una tablet para mantenerlo entretenido un rato mientras trabajamos o necesitamos un descanso. Sin embargo, siempre pienso en cómo esas decisiones pueden afectarlo más adelante. Nuestros hijos confían en nosotros para guiarlos, y parte de eso es asegurarnos de que crezcan en un entorno que promueva su bienestar.

Niña usando un celular, ejemplo de uso de pantallas en bebés y niños menores de cinco años.
Los niños que pasan largos periodos frente a las pantallas de dispositivos desarrollan problemas de atención, dificultades de aprendizaje e incluso problemas emocionales.

Alternativas saludables.

¿Entonces qué podemos hacer? Aunque suene difícil en estos tiempos, hay alternativas que podemos ofrecer a nuestros pequeños sin recurrir a las pantallas. Lo más sencillo y, a menudo, lo más efectivo es fomentar el juego activo. Jugar al aire libre, interactuar con juguetes que los estimulen a moverse, tocar y explorar es una excelente manera de mantenerlos entretenidos y a la vez ayudar a su desarrollo.

En mi experiencia, llevar a mi hijo al parque o simplemente salir a caminar juntos le proporcionó las horas de luz natural que necesitaba. Esta es una de las mejores maneras de proteger su salud visual, ya que la exposición al sol contribuye a reducir el riesgo de miopía. Y si no podemos salir, jugar en casa con bloques, plastilina o cualquier objeto que estimule su creatividad es una gran opción.

Otra opción que he probado es limitar el uso de pantallas a momentos específicos del día y asegurarnos de que no sea antes de dormir. En casa, seguimos la regla del 20-20-20, que consiste en que, después de 20 minutos de estar viendo una pantalla (cuando ya son mayores), hay que mirar algo a 20 pies de distancia por al menos 20 segundos. Esto ayuda a reducir la fatiga visual y enseña a nuestros hijos a descansar la vista.

Consejos para el uso responsable.

Por supuesto, no siempre es posible evitar completamente las pantallas. La realidad es que vivimos en una era digital y en algún momento, nuestros hijos estarán expuestos a ellas. Pero lo importante es que ese uso sea controlado y consciente. Si es necesario que usen una tablet o una computadora para alguna actividad, te recomiendo que siempre lo hagan bajo supervisión, que el tiempo sea limitado y que el contenido sea educativo o apropiado para su edad.

Además, algo que aprendí es que, como padres, debemos ser ejemplo. Si pasamos mucho tiempo frente a nuestras propias pantallas, ellos imitarán ese comportamiento. Mantenernos presentes cuando estamos con ellos, sin estar constantemente distraídos por nuestros teléfonos o la televisión, les enseña a dar prioridad a las interacciones humanas.

En resumen, debemos ser conscientes de los riesgos que el uso de pantallas representa para nuestros bebés y niños pequeños. Las pantallas no son malas por sí solas, pero si no ponemos límites y fomentamos un uso adecuado, podemos estar afectando su desarrollo sin darnos cuenta. Como papás, nuestra tarea es encontrar el equilibrio y asegurarnos de que nuestros hijos crezcan sanos, tanto física como emocionalmente.

DISCLAIMER (Renuncia de responsabilidad)

  • Si no se indica lo contrario, los consejos que proporciono en este canal son dirigidos a niños sanos sin enfermedades de base. En caso de duda, aconsejo consultar con tu pediatra o profesional médico de confianza.
  • La información que se comparte se basa en la evidencia científica disponible en el momento de la elaboración de este contenido, pero puede variar en el futuro a medida que aparezcan nuevos estudios o recomendaciones.